Pocas cosas en la vida son las que
realmente disfrutamos, un vaso con agua fresco en una bochornosa tarde de 40°C,
típicos de un verano en tierra regia; un rojo atardecer de otoño; reposar la
cabeza en la almohada después de un muy “ajetreado” día; y sobre todo, que el
aroma de tocino recién hecho lo despierte a uno por la mañana.
Pero, conforme va pasando el tiempo, cada
vez pareciera que desaprendemos a disfrutar estos pequeños detalles
que tanto gozamos.
Al regresar el tiempo a la niñez, muchos
recuerdan su primaria y pre-escolar como algo bello de años atrás, yo en
lo personal, prefiero evitar la parte de escuela, mis calificaciones eran un dolor
de cabeza para mi mamá, y la convivencia con mis compañeras, pues dejaba mucho
que desear. No, yo disfrute todo lo demás, todo lo que no tenía nada, pero nada
que ver con la escuela. Ver caricaturas y construir pequeñas casas de juguete
con mi hermana, jugar Nintendo con mi papá, y sobre todo las Miguitas de Tortilla
de mi mamá, sólo de pensarlo ya se me antojo. ¿Les comparto en antojo?
Miguitas de Tortilla de mi mamá:
1.
Hacer tortillas de maíz a mano. Sólo se ocupan tres
recién hechas, pero nunca son suficientes tortillas.
2.
Tomar las tres mejores, que estén suaves y bien
calientitas.
3.
Ponerlas en un plato hondo. De cereal está bien.
4.
Ponerle 2 cuadritos de mantequilla.
5.
Agregarle sal, preferentemente en grano.
6.
Amasarlas con los dedos, como en pellizcos. Hacerlo
hasta que queden bien incorporadas con los ingredientes y en pedazos pequeños.
7.
Tomar una pizca de la mezcla con los dedos y
depositarlo en la boca.
8.
Saborear y repetir el paso 7 hasta que se vacíe el
plato.
Eso es un deleite. Quizá es algo muy
sencillo, pero algo que mi mamá siempre me ha preparado con altas dosis de
cariño y amor, creo que eso es lo que hacía que algo tan simple y sencillo
tuviera un sabor tan espectacular.
De todas las cosas que he aprendido hasta
el día de hoy, creo que la más grande ha sido aprender a disfrutar, y eso es
algo mi mamá se encargo de enseñarme no, con palabras sino con su ejemplo, y
cualquiera que la conozca diría lo mismo. Es más mi hermana no me dejará
negarlo, una de las palabras-frases que más le reconocemos a mi mamá es “hmm
deli”, pero lo más curioso, es que lo utiliza con todo lo que cocina,
especialmente con las ensaladas.
Otra de las cosas que mi mamá me ha
enseñado a disfrutar, y creo que mi hermana está igual de agradecida que yo por
esto, es enseñarme a disfrutar a mi hermana. Desde que estábamos chicas, mi
mamá siempre hizo hasta lo imposible por que estuviéramos juntas, siempre me la
“mandaba” de chaperona, y no voy a mentir, al principio no fue muy agradable,
tenía compañeras que se reían de mí en la escuela porque mandaban a mi
hermanita conmigo. Pero con el tiempo, logré ver la importancia de lo que mi
mamá hizo, y hoy yo se que gracias a mi madre, mi hermana es mi mejor amiga y
he aprendido a disfrutarla en todo lo amplio de la palabra.
Son tantas las historias que tengo de cómo
mi mamá me ha enseñado a disfrutar la vida, que si las sigo presumiendo,
acabarán queriéndose robar a mi madre, y lo siento pero soy algo egoísta en ese
aspecto. Pero bueno, está bien, compartiré una más.
Si hay algo que me gusta hacer en mis
tiempos libres, es disfrutar de una buena historia de fantasía, seres mágicos,
mitológicos de otros mundos y dimensiones. El mundo de la fantasía, es un lugar
en el cual me encanta pasar minutos y horas para calmarme y pensar (o no
hacerlo) un buen rato. Mi mamá me inculco el gusto por las historias y los
cuentos. ¿Cómo lo hizo? Contándome todas las noches el mismo cuento que es de
su propia creación (bueno, al menos hasta donde tengo entendido). Así que se
los comparto…
La Manzana Mágica
(Con algunas alteraciones y cuchara propia)
Érase una vez, en un pequeño pueblo una
familia de dos hijas de 10 y 15 años, y unos padres amorosos, avanzados ya de
edad. La familia, era muy pobre, pero millonaria en cariño y amor. Pero un día,
cayó una tragedia en la familia, y la hija menor, contrajo una horrible y
desconocida enfermedad. Al inicio, la pequeña estaba débil, pero estable, pero
pasados tres meses, la pequeña empezó a empeorar.
La familia
estaba desesperada, y no sabía que hacer. Hasta que un día por la mañana, la
hermana mayor salió corriendo de casa, y preguntó puerta por puerta si alguien
sabía que hacer. Habiendo llamado en todas las casas, se sentó en una banca a
orar, y lloró y lloró amargamente hasta que ya no pudo más. Después de tres
horas pasadas, una humilde anciana se acerco, y se sentó junto a ella,
preguntando ofreciendo una solución:
“Existe una manzana mágica, en la punta de la montaña, que tiene
poderes mágicos que dicen que puede calmar cualquier dolor, y curar cualquier
enfermedad. Pero esta manzana no es cualquier manzana, ni tampoco es fácil de
obtener. Para llegar a la manzana tendrás que subir a la montaña y no podrás
llevar contigo más que lo traes ahora mismo. Tendrás muchas pruebas que superar
en el camino, y muchos peligros habrá alrededor de ti. A tu hermana no le queda
mucho tiempo, por lo que no debes dejar pasar un solo segundo más.”
Terminando
de hablar la anciana, desapareció sin dejar rastro alguno, sin pensarlo dos
veces, y sin avisar a su madre, la joven chica empezó a caminar.
Al inicio
fue sencillo, ya que encontró una vereda, y era tan sencillo que creyó, que la
anciana la había engañado. Después de una hora pasada, se dio cuenta que se
había equivocado. Ya que el camino que tomó, la llevo a un gran precipicio. El
camino no es fácil, por lo que si es fácil, es por que no es el correcto.
Volvió al inicio de la montaña, y de allí volvió a empezar, tomó una ruta
nueva, y sin volver a mirar atrás.
Ahora no
fue tan fácil, había mucha hoja suelta, no había vereda que subir y el camino
era peligroso. La tarde empezó caer, y luego la noche llego, y un paso tras
otro, siguió su caminar. Estando ya obscuro, su oído se empezó a agudizar, y
escuchó ruidos, rugidos, y murmullos, y hasta el silencio pudo notar. Había
miedo en su corazón pero su amor era mayor, su fe movía sus pies y su esperanza
su caminar.
Pasado un
corto tiempo, se encontró una serpiente que del camino la quiso desviar; se
atravesó frente a ella, y la empezó a rechazar, y a no dejar pasar; pero
ignorando la serpiente, poco a poco avanzó.
Después se
encontró con una familia de conejos, que bloquearon su camino, sin dejarla
avanzar. El problema fue más delante, cuando quiso desertar, por que con lobos
de montaña, se tuvo que enfrentar. Los lobos la miraron, fijamente a los
ojos, y aterrada y aterrada rápidamente, retrocedió su caminar. Uno, dos tres,
pasos en reversa, cuatro cinco y seis pasos hacia tras, y la manada la empezó a
cazar.
Mientras
huía recordó a su hermana y a su gran pesar, así que paro los pies en seco, y
poco a poco empezó a andar. Viró hacia la manada y los lobos se detuvieron, la
observaron por unos minutos y abriéndole camino para que pasara, la acompañaron
durante su travesía.
Ya la noche
era avanzada, pronto iba a amanecer, y los grandes fieros lobos, se empezaron a
apartar. Luego vino obscuridad, y el cielo se nubló,y un rayo alumbro el cielo,
retumbando por doquier. El viento había llegado, y de la montaña se apoderó,
hizo crujir a toda planta y huir a todo ser. Perdió la noción de tiempo, el
espació desapareció, y frustrada y llorando, desconoció su proseguir. Pero
pronto calmo su alma y volvió a caminar.
La joven llegó a la
cima, y fue allí cuando la vio, una gran manzana de oro, brillando al final.
Entonces dio un par de pasos, y dudó en avanzar, pero sin dudarlo más continuó
en su andar.
Se acercó a la manzana
y en sus manos la tomó, luego vio a la humilde anciana, que dulcemente le
sonrió. "Muchas gracias", dijo la joven y la Señora se estremeció,
entonces cientos de centellas comenzaron a surgir. Luz blanca, violeta y verde
adornaron el lugar, transformando a la ancianita en un ángel del Señor.
“Has sido
muy valiente, pequeña niña mía, subiste la montaña y lo hiciste por ti misma.
Arriesgaste tu bella vida, para salvar la de tu hermana. No te diste por
vencida, la perseverancia fue tu aliada. Toma ahora la manzana, y llévala a tu
hogar, que es el signo de amor, que hoy salvo a tu hogar. Regresa ahora a casa,
que tu madre y padre esperan. Regresa y ve a tu hermana, a quien tu grande fe
sanó.”
Ya amanecía
y la joven, terminó de descender, corrió a través del pueblo, hasta llegar a su
dulce hogar. Para su gran sorpresa, unos brazos la recibieron; que eran los de
su hermana, quien la estrechó con mucho amor. Después un par de lágrimas
adornaron un dulce gracias, que la pequeña dio a su hermana, con todo su
corazón.
Fin.
Así que ya, conocieron la historia, un
poco distinta a la original pero igual llena de amor. Así que sólo me queda una
cosa… Gracias mami por todo lo que me has enseñado, gracias por que me has
enseñado a disfrutar.
¡Feliz
día de las madres!